Tambo Guercio: lácteos desde el corazón de El Bermejo
Por Santos Guayama.
G24 se adentra en la historia de uno de los productores lácteos más importantes del departamento. Se trata de una empresa en sólido crecimiento, que incluso ofrece la posibilidad a los mendocinos de ver de cerca el proceso productivo.
“Guaymallén sorprende a cada paso”, esa fue la respuesta concreta que un turista nos dio cuando le consultamos sobre su visita a nuestro departamento. Es que, si recorremos cada distrito, cada finca, cada calle, cada metro de tierra, notamos una mixtura y una conjunción de elementos que difícilmente se encuentren en otro lugar de la provincia.
De hecho, cada distrito tiene su punto diferenciador: podríamos recorrer la matriz industrial y bodeguera de Los Corralitos, visitar el cinturón hortícola en La Primavera o respirar el perfume de los cultivos de flores en Kilómetro 8. También podríamos incorporar el microclima de El Bermejo y su camino del arte; pero en este último distrito deberíamos resaltar una industria más, que ha sido motor de desarrollo. Conozcámosla.
Los Guercio: familia de tamberos
Desde tiempos inmemoriales, los pastizales de El Bermejo han sido reconocidos y aprovechados para el engorde de animales. De allí que comenzaran a asentarse en la zona pequeños tambos caseros que proveen de leche a buena parte del departamento.
En este contexto, una de las familias más tradicionales de la zona decidió dar un paso más al incorporar tecnología, traer animales de mayor calidad genética y así transformar un pequeño tambo casero en un emprendimiento modelo: Tambo Guercio.
Don Máximo Guercio vio la oportunidad y en 1972 comenzó a producir leche con un plantel de 60 vacas en el mismo lugar que hoy ocupan, Mathus Hoyos 4641. La idea original de producción primaria para la zona pronto fue mutando y con el tiempo derivó en fábrica de quesos, yogurt y ricota, además de continuar proveyendo a las más importantes heladerías.
Pronto se extendió el renombre de sus productos, dada la calidad con la que estaban fabricados y se llegó a proveer a empresas lácteas de otras provincias.
Durante más de 15 años la empresa produjo sachets de leche pasteurizada, contando ya con una dotación superior a cien vacas. Su tambo era visitado no solo por el público en general sino por gran cantidad de empresas que buscaban incorporar la asombrosa calidad artesanal que allí se producía.
Los difíciles ‘90
El complejo contexto económico de la época, la apertura indiscriminada de las importaciones y las políticas de favorecimiento estatal a las empresas lácteas de la pampa húmeda hicieron que poco a poco Tambo Guercio fuese perdiendo competitividad. Sin embargo, la empresa siguió luchando, muchas veces en desigualdad de condiciones y con mucho ingenio. Así subsistieron, siempre esperando el momento de resurgir.
Se utilizaron las más variadas estrategias para poder continuar trabajando, llegando al límite de vender algunos ejemplares. De esta forma, el plantel se fue reduciendo y, desde luego, también la producción. Sin embargo, es muy importante destacar que la calidad nunca se vio afectada: es más, el trabajo artesanal permitió que el resultado cualitativo fuese incluso mayor.
Cuatro por cuatro: una pasión de generaciones
La incorporación de la cuarta generación de maestros lecheros a la empresa fue una bocanada de aire fresco y el resurgimiento del que hoy gozan puede notarse al visitar sus instalaciones.
Es que en la actualidad se está recuperando la dotación de animales (ya superan los 50), además de que se produce y vende directamente al público quesos cremosos, sardos y holandos. Además, recientemente se han anexado fiambres de calidad superior.
“Actualmente producimos la mejor ricota del país”, se ufana Leonardo Guercio, su actual titular: “a la brevedad esperamos recomenzar con la producción de sachets de nuestra marca”, enfatiza.
En Mathus Hoyos 4641 el público se encontrará con productos lácteos de una calidad y a un precio que no podrán encontrar en ningún comercio. Los horarios de visita son de lunes a viernes de 7 a 13 y de 17 a 20. Además, el lugar ofrece la oportunidad de observar a los animales y los procesos de extracción: esto es algo que difícilmente se pueda hacer en cualquier otro establecimiento. Y todo a solo diez minutos del centro de la ciudad…
Hoy las palabras de aquel turista cobran un sentido más real y emotivo: “Guaymallén sorprende a cada paso”, nos dijo. Todo parece comprobarlo.